domingo, 11 de abril de 2010

La Taza de Café: Séptima taza

Séptima taza, pasos en la corte 
 
     La corte inicia su sesión, por el asesinato de la señorita Marie Young – anunció el juez con autoridad. ¿Esta lista la fiscalía? Si, como es usual, su señoría – anunció un hombre de aspecto siniestro. Llevaba puesto un traje negro y delataba una avanzada edad. ¿Y esta lista la defensa? – pregunto el juez esta vez dirigiendo su mirada a James. La defensa está preparada, su señoría – respondió dubitativo. La verdad él estaba un poco tenso, normal si consideramos la situación, la cual ya teníamos bien analizada y no había espacio para el error. Ahora comenzará la función. Di un primer sorbo en mi taza. Era un café machiatto. Muy clásico y muy intenso. El primer trago siempre deja en evidencia que la crema no puede ocultar al café. Asimismo, ni su profesión, ni su vestimenta, podían distraer ni ocultar la oscuridad del hombre parado en representación de la fiscalía, Morgan Becket. Un tipo despiadado, que poco amor tenía por la justicia, y que realmente su única intención era conseguir poder y prestigio. Personalmente, realmente le aborrecía  pero no hay nada que pueda hacer al respecto en estos momentos.
     Su señoría, la fiscalía desearía llamar al primer testigo, con el cual estamos seguros de poder probar la culpabilidad del imputado, Paul McAlister – afirmo gustoso Becket. Permiso concedido – respondió el juez. La fiscalía llama a Alphonse Jones, pareja de la víctima y testigo del suceso – anuncio victorioso.
     ¡Objeción! – clamo James, buscando conseguir su objetivo. Aun no hemos oído el testimonio y el resultado de la autopsia por parte del detective a cargo de la investigación. Considerando que es un caso relativamente espontáneo para la defensa, creo que no es omisible – sentenció. Fue una gran manera de conseguir tiempo, puesto que luego de meditarlo, el juez accedió a la petición y oímos el testimonio del detective, el cual James manejaba un poco de antemano, con la información que iba en los papeles que le facilité. No tomo mucho tiempo a James para encontrar algunas contradicciones y vacíos en su testimonio, además de algunos cabos sin atar.
     Fue sin duda el pobre desempeño del detective a cargo fue un bochorno para la fiscalía. Luego vino un buen segundo trago de mi taza, que trajo consigo un recuerdo, la oscuridad en este caso aun está presente. Su señoría, luego de este episodio “innecesario”, la fiscalía desearía llamar a su testigo al estrado – dijo impaciente Becket. Permiso concedido – contestó el juez. Luego el artífice de este viaje hasta la oscuridad entró a la corte. Un chico de cabello castaño oscuro, una sonrisa apacible y despreocupada que trataba de esconder lo que sus ojos a mi juicio, delataban, más de una culpa en la mirada.
     Realmente, la oscuridad nos juega trucos muy sucios, pero la taza siempre ha de acabarse, y saldrán los verdaderos colores a la luz. Aunque en este caso, se que el color del fondo de esta taza es  negro, justo como su alma. Él tomo lugar en el estrado y relato su versión de los hechos, con algunas intervenciones del fiscal. Era un testimonio fríamente planeado. Relataba como Paul propinó a Marie una estocada por la espalda, en un parque, rebosante de árboles, y cómo él había sido capaz de huir, luego de ver al perpetrador. La evidencia presentada fue el arma homicida, una navaja de cocinero, con huellas dactilares del imputado.
     Su señoría, antes de su veredicto, me gustaría poder proceder con el interrogatorio – solicitó James, nervioso por conseguir el tiempo suficiente. El juez, algo indeciso por la contundencia del caso, accedió a un breve interrogatorio, en donde James consiguió poner en jaque algunos enigmas en torno al arma homicida, y suponer que esta pudo ser implantada, a falta de otros testigos más imparciales.
     En eso, las puertas de la corte fueron golpeadas vívidamente, de forma que todos cesaron su hablar. Tomé lo que quedaba de mi taza y con un dulce trago pensé, “Es hora del espectáculo”.

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