domingo, 11 de abril de 2010

La Taza de Café: Novena taza

Novena taza, la esencia del grano rojo


   Luego de mi viaje a Milton Keynes, me acomode en una pequeña hostal. Después de todo volvería en un par de días a Londres. Sin embargo, es hora de respuestas. Alice me había llamado, mientras estaba en mis pesquisas en los pasillos de la corte. Quería acabar la conversación pendiente en el parque japonés de Milton Keynes. Curioso lugar. Pero supongo que era de esperarse de ella, era uno de sus lugares favoritos. Ha de darle algo de tranquilidad.
     Llegué temprano para preparar mi taza de café. Era necesaria. Yo también necesito tranquilidad. Así que nada como un buen café escocés. Supongo que cualquier momento tenso amerita algo de whiskey. Luego me senté en uno de los banquillos que había a lo largo de esa corrida de desnudos cerezos japoneses. El invierno estaba comenzando a hacerse presente, y el frío era notorio, bajo ese cielo nublado. Mi paraguas negro estaba impaciente por aplacar los gélidos copos que amenazaban con caer.
     Alice tardo un poco en acercarse, con su paso lento. Acompañaba su típico vestuario con guantes y un gorro para aplacar el frío, además, paseaba con un paraguas rosa en su mano. Hola – saludo con la mirada perdida en los árboles, mientras tomaba asiento. Hola, ¿cómo has estado? – respondí, mirando fijamente en mi taza. Pues bien, tratando de entender por qué he hecho algunas cosas mal, pero a la vez tratando de ser feliz. Si te he hecho pensar que no eres mi amigo, o me he portado mal contigo, lo siento – y me dio una palmada en el hombro. ¿Sabes? Quiero que estés tranquila, es tiempo de dejar las cosas malas atrás – le conteste. Yo entiendo porque las cosas fueron así, y tampoco puse de mi parte. Así que si quieres ser mi amiga, está bien. Pero hay una sola cosa que aunque sabes que esta perdonada, marca, y eso es que sean despectivos, con algo que tú valoraste mucho. Eso es algo que solo el tiempo y que las acciones que demuestren que no era la intención, podrán sanar – completé, y bebí un gran trago de mi taza. Ah, que sabor más fuerte, es como recibir un golpe, pero uno que te hace sentir liviano. Si, así como si un peso desapareciera, pensé, mientras Alice gesticulaba para responder. Lo entiendo, gracias por comprender, desearía que las cosas no hubiesen llegado hasta aquí. Espero que sigamos siendo buenos amigos – comentó un poco más tranquila. Seguí bebiendo mi café, con algunas amargas memorias que estaba dejando partir. Eso puedes darlo por hecho, “hermanita” – le dije en un tono burlesco y más animado. Luego termine mi taza. Ahora me queda un problema por solucionar – me dijo. Lo sé, yo también, ahora debo partir, pero si necesitas hablar, sabes cómo contactarme – concluí.
     Fue una buena conversación, al menos todo fue bien encaminado. Nos despedimos y deseamos suerte. En tanto, algo cayó en mi nariz. Era un copo de nieve. Alice estalló en risas, y abrió su paraguas rosa para cubrirse. Acto seguido hice lo mismo. Sonreímos. Luego cada uno dejó el parque por lados opuestos.
     Decidí  pasar una noche más en Milton Keynes. Me dirigí a mi hostal en un largo camino de vuelta. El calor del whiskey me tenía un tanto fuera de mí. Recorrí el alrededor de la arena O2 para tomar un poco de aire fresco. Era un edificio imponente, así que lo contemplé de reojo. Luego, cuando terminó el efecto del alcohol, en el momento comenzó a llover, reemplazando la suave nieve que había caído. Hoy le toca al cielo llorar. Otro episodio más en mi viaje había acabado. Al llegar al hostal me recosté exhausto. Han sido días difíciles. Comencé a hojear el periódico, ya que no había tenido tiempo de hacerlo. En una de las crónicas salía el caso de Paul y el inescrupuloso manejo del caso por parte de la fiscalía. Me regocije recordando la hazaña de ese día. Luego, por primera vez en varios días, dormí en paz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario