sábado, 10 de abril de 2010

La Taza de Café: Cuarta taza

Cuarta taza, preludio a la corte 
 
   “Samantha, este café es muy amargo para que lo bebas”, solía decir. Era la forma con la que explicaba a la chica que fue mi novia, que aun era muy experta en asuntos dolorosos. Un grano sin tostar no es apto para preparar un café. Sin embargo, los problemas carcomieron y las exigencias consumieron lo que prometía ser algo sin fin. El llanto vino justo en el momento exacto, cuando todo acabo. Sin embargo aprendí la primera cosa importante sobre la vida. Incluso si uno sufre agónicamente, ser fiel a sí mismo y sus convicciones es esencial. En términos simples cumplí con todas mis promesas, como suelo ser. Las cosas nunca acabaron de mal modo, y aunque así fuera, no mentiría en una promesa. Soy un hombre de palabra. Cumplí el cuidar de mi, intentar encontrar la felicidad y el no sufrir. Bah, fue algo que ni yo pensé poder cumplir, pero la fuerza de voluntad se impuso y supere mi primer obstáculo. Supongo que de todas formas el papeleo con el infierno no puede ser siempre tan simple y la partida de un ser tan cercano y familiar arremetió hacia mí. Incluso con eso, sigo siendo un hombre de palabra. Toma mucha presión hacer un diamante, eso es lo que siempre digo, habrá que seguir aguantando presión.
   Entonces tome la taza de café con vainilla desde mi nuevo escritorio, en un pequeño apartamento en los suburbios en la periferia de Londres. Revise algunos de mis papeles, y en ellos, encontré un par de memorandos, sobre esos días. No pude dejar de comentar a la vez la taza que bebía. Es una de las mejores mezclas de café. Justo como es la vida. Con dejos de dulzura y amargura en una oscuridad que vale la pena aclarar. A mi lado encontré un pequeño cuaderno. Lo comencé a hojear. Eran mis memorias. Ya recuerdo, aun no tienen nombre, y quienes la lean probablemente aun ni sepan quién soy. Lance, escritor y científico. Extraña mezcla,  pero esperable, ya que la normalidad no ha sido parte del camino que he recorrido todo este tiempo. En mis manos tenía una crónica muy importante para escribir. Hoy, en un par de horas, ya que la media noche ya ha pasado, presenciare mi primer juicio. El cargo, homicidio calificado. El acusado, mi mejor amigo, a quien creía perdido o me había abandonado, Paul.
   Las cartas ya están en la mesa, pero aun están por jugarse. Este discreto jugador termina su primera memoria, prometiendo una espectacular tormenta.

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