sábado, 10 de abril de 2010

La Taza de Café: Primera taza

Primera taza, el viaje comienza 

   "No llorar hasta que todo acabe", esa es una de mis reglas. Es tiempo de partir. Aun tengo pendientes muchos asuntos en el infierno, no pertenezco a ningún lugar que me ate y por tanto son impostergables. Continué ordenando mis papeles. Encontré una pequeña nota, la cual leí con un dejo de serenidad para mis adentros: "Más negro que una noche sin luna, más caliente y más amargo que el mismo infierno, ese es el café... todo en este mundo es cambiante, excepto la oscuridad que yace en el fondo de mi taza". Entonces volví a mis asuntos, inmutable observe por última vez mi escritorio y tome mi maleta.
   Tomé el primer tren a Londres, era tiempo de partir. Hace solo 2 meses que vivía allí, sin embargo, otra vez decidí voltear la pagina. “No pertenezco a este lugar", me dije, y con la mirada perdida en el horizonte, el tren inicio su inevitable marcha. Cuando escuche el motor a toda marcha me limite a escudriñar entre mis papeles, buscando alguna idea sobre lo que debía hacer. El trayecto había sido largo desde mis pacíficos días en Tennesse, antes de partir caminos con mi familia y mis más viejos amigos, en busca de mis futuros estudios y también una persona especial para mí, en Chicago. Ese fue mi primer paso a lo que me llevaría a enfrentar todo lo que hubiese deseado evitar. La revelación de los sentimientos es algo que debí pensar dos veces, pero aprendí que no puedes pisar arena movediza sin hundirte en el camino. Mi segunda caída fue tanto más leve, porque sabía que era inevitable, al volver a mi hogar. Ya había partido caminos con mis viejos amigos y esa llaga no ha sanado. Los más nuevos resultaron ser una trágica parodia de los primeros. Eso sentí en ese momento. Fue tiempo de partir y deje todo lo que solía conocer. Dejé el país para no volver.
   La locomotora presurosa siguió su camino en los otoñales paramos de Inglaterra. Solicite al ayudante del tren una taza de café puro de grano. Gustoso inhale su puro aroma, y mire a su mejor cómplice, esa oscuridad que yacía en la taza. Recordé mis días de escritor, casi anónimo, diciendo: " los fuertes remolinos se llevan a los débiles, mas los fuertes se lo beben", un remota metáfora de mi casual y típica revuelta de café antes del primer sorbo. Ese aroma me transporto a un lugar tan lejano y añorable. Sin embargo no es el primer trámite que realizo en el "infierno", pero haré que sea la última vez. Es necesario el momento de sepultar los fragmentos de mi debilidad para siempre, y esta vez partir caminos, pero conmigo.

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