jueves, 2 de septiembre de 2010

Gotas de Despedida

   Melanie recostó sus cansados brazos sobre la ventana. Había sido, probablemente, el día más difícil. Las imágenes pasaron frente a sus ojos como si el sol no estuviese ahí compadeciéndose de ella, escondiéndose lentamente, acariciando su mejilla con los últimos rayos del día que casi estaba extinto.

   De pronto, escucho una voz añeja voz áspera, que le llamó para despedirse fríamente. Replicó con la cabeza. No tenía ánimos de voltear la cabeza. De pronto, un frío estremecedor sacudió su cuerpo como si las imágenes que borrosamente veía de pronto se hubieran aclarado, y a su vez como si su sangre de pronto se hubiese secado. Personas de negro, una gran pradera, piedras marmoladas que indicaban donde yacían los finales de tantas inverosímiles historias, la historia de un pueblo, y en ellos, recibiendo a un nuevo miembro.

―Abuelo… ― se oyó decir a sí misma entre sollozos ― te extrañaré ― y se despidió tímidamente, mientras aun se oían cantos, discursos y blancas rosas golpeando la hierba, en ese frio silencio, como lamentos de un violín, como el silente paso de las nubes sobre el cielo. Y todo recuerdo se detiene, solo queda una fría mirada, solo la penetrante vista de una anciana, que se volteó para retirarse sin discurso ni palabra.
La joven volvió en sí, y se aprontó a coger algo abrigador, y se dirigió a una pequeña plazoleta que se veía desde su ventana. El silencio del parque la sobrecogió, pero aun así se sentó, esperando que la fría sensación partiera. Poco a poco las pequeñas y cristalinas gotas se fueron apoderando de su rostro.

― ¿Algún día la lluvia se detendrá? ― se preguntó en voz alta mirando el suelo.
―No lo sé ―dijo una profunda voz tras de ella―, pero si sigue lloviendo, no te dejaré aquí sola ― dijo un chico tomando asiento al lado de ella―. Hay memorias que nunca se nos escaparán, pero no dejes que esas lagrimas consuman tu mirada, en ella hay más vida y más calor que en ese sol que se escapa. No desesperes, que ese sol no siente compasión de ti, te despidió con envidia, porque aún así te admira.
― ¿Es que siempre has de aparecer cuando me entrego a la tristeza, viejo amigo? ―le dijo, recargándose en él ― No es justo, pero ya que estas aquí, aceptaré tu consuelo. Pero ― le dijo mirando al cielo y secando sus lagrimas―, vámonos de aquí, aun llueve, y nos resfriaremos.
―Entonces vamos ―se levantó y le tendió la mano― se que adoras caminar, vamos a dar un paseo ― la chica asintió en silencio y caminaron por las largas calles adornadas por los primeros brotes de los arboles.

   Más tarde, la chica volvió a casa y se recostó en su habitación, y se acurrucó en ella. Pensó en que tan duras podían ser las memorias. En cada paso que dio en la caminata lo entendió mejor. La tristeza es pasajera, algunos recuerdos duelen. Mas cada persona sigue viva, mientras viva en nuestra memoria.

―Abuelo, no te dejaré morir... ―Fue lo último que dijo, antes de caer en el profundo sueño de la noche. 

------------------------------------------------------------------------

El adiós es probablemente lo mas difícil, ¿no es así?... por eso mismo me vi en la necesidad de probar esta historia, en un intento de ilustrar la situación que se me propuso. pero basta de eso misticismo de escritor. Gracias kta, por compartir algo que te llegó. A nuestra manera, supongo, ambos tenemos memorias de algo así, y se que muchos otros también. Espero te guste, ¡éste es para ti!. Saludos a todos los lectores, y bueno, esta vez me comprometo a que mi próxima publicación será una re-edición de mis escritos menos pulidos. ¡Hasta entonces!

1 comentario:

Catalina Caceres dijo...

hola
ahora si puedo postear..nada mas que muchisimas gracias pipe! hermoso y que mas decir que me acordé mucho de mi abuelo. En verdad no podia leer esto sin sentir esas ganas de llorar...

muchas gracias Pipe!!
^^

Publicar un comentario